La isla de Cuba, junto con Puerto Rico y Filipinas, eran las últimas colonias que poseía el Imperio español en Ultramar, debido a que a principios de siglo XIX se había desarrollado un proceso de emancipación que había culminado con la pérdida de la mayoría del Imperio. Cuba concentraba los mayores intereses económicos en torno a la producción de azúcar, cacao y otros cultivos tropicales. El negocio cubano estaba compartido por peninsulares y por una burguesía criolla próspera y culta que veía a España como un estorbo para la soberanía del país y para sus intereses particulares. Puerto Rico presentaba una economía basada en la agricultura de exportación; mientras que en Filipinas, a pesar de que la población española era escasa y los capitales invertidos no eran relevantes, la fuerza militar y algunas órdenes religiosas la unían con España.
Bandera de Cuba
La crisis del 98, la cual estalló coincidiendo con la regencia de María Cristina de Habsburgo en España, estuvo motivada por la pérdida de estas últimas colonias. Supuso el comienzo de la crisis del sistema de la Restauración (iniciado en 1874). El desastre del 98 fue un golpe que hizo resquebrajar las bases del sistema y planteó la necesidad de tomar medidas orientadas a la regeneración de la vida política y social del país.
Esta crisis se inserta dentro del contexto internacional de finales del siglo XIX. Las principales potencias económicas estaban protagonizando la carrera colonial que les llevó a la formación de inmensos imperios en África y Asia. EEUU desarrolló también una política imperialista, dirigida hacia el continente americano y el Pacífico. La doctrina Monroe estaba dirigida a las potencias europeas y manifestaba que los Estados Unidos no tolerarían ninguna interferencia o intromisión de éstas en América. La intervención de los norteamericanos en la independencia de estos territorios se explica por la intención de hacerse con el control de Cuba y Puerto Rico.
Mapa de los grandes imperios coloniales del siglo XIX Aquí |
La guerra por la independencia de Cuba había tenido una serie de precedentes. En cuestión económica, España imponía una política fuertemente proteccionista sobre el comercio cubano, alentada por los propietarios de plantaciones y comerciantes peninsulares, que no querían ver peligrar sus ingresos. Además, la incapacidad económica española para absorber plenamente la producción de productos cubanos, hizo que esta producción se dirigiera a EEUU. Por otra parte, España era incapaz de abastecer de manufacturas a la isla debido a su atraso económico, por lo que Estados Unidos acabó suministrando estos recursos.
En 1891, el gobierno español sube los impuestos de los productos importados a la isla que no procediesen de la Península (arancel Cánovas). Eso dificultaba el comercio de productos estadounidenses en Cuba. El presidente norteamericano William McKinley manifestó su protesta y amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense al tabaco y el azúcar cubanos si España no modificaba su política arancelaria. Este hecho fue el precedente económico principal de la crisis del 98.
Caricatura que representa la situación de la época
A raíz del desastre del 98, no se produjo una fuerte crisis económica en España, a pesar de la pérdida de los mercados coloniales y de la deuda causada por la guerra.
La consecuencia a corto plazo de la guerra de Cuba fue que la desaparición de los mercados coloniales perjudicó a las exportaciones y encareció los bienes importados de las antiguas colonias. Pese a ello, las estadísticas de la época nos muestran que en los primeros años del nuevo siglo se produjo una inflación baja, una reducción de la Deuda pública y una considerable inversión proveniente de los capitales repatriados que estimularon la creación de nuevos bancos y empresas. A medio y largo plazo, la crisis fue favorable para la economía española, ya que obligó a una renovación de la estructura productiva.
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