Foto Original: Aquí. |
La historia siempre la han escrito los vencedores. No hay
que darle demasiadas vueltas al argumento: el que sobrevive cuenta su versión y
perdura. Lejos de la visión romántica que nos pueda arrojar la terrible épica
de la Segunda Guerra Mundial, manifestada en la lucha del bien contra el mal; de la
libertad contra el totalitarismo o simplemente la de buenos contra malos,
se esconde el enfrentamiento de la ambición expansionista económica de dos partes
del mundo, o de dos formas de entender dicho crecimiento.
Situémonos en un punto intermedio de este conflicto: por ejemplo, el ataque a Pearl Harbor (base naval norteamericana en Hawai), el
7 de diciembre de 1941, por parte de las fuerzas imperiales de Japón. ¿Fue el
día de la infamia como diría el trigésimo segundo presidente
de los Estados Unidos de América, Franklin
D. Roosevelt?, tal y como recoge el Archivo Nacional norteamericano.
Todo apunta a que Roosevelt se refería a que el ataque se
produjo sin una declaración previa de guerra. Algo que Japón niega y que en
cualquier caso es una mera anécdota si se analiza la magnitud de un conflicto
que acabó con el lanzamiento de dos bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki, los
días 6 y 9 de agosto de 1945,
respectivamente.
Foto Original: Aquí. |
En líneas generales, nos encontramos en 1941 con medio mundo
en guerra. Estados Unidos se mantenía en una aparente neutralidad en un mundo
expansionista. Apoyaba con suministros a Inglaterra, vendía armas a Rusia e
intentaba frenar el despliegue de Japón por su zona de influencia, donde los
nipones buscaban materias primas en las antiguas colonias
europeas e incluso invadían parte de China.
Actos que siempre fueron
contestados desde Washington con medidas diplomáticas, amenazas armadas y
embargos económicos que trastocaban los planes de un imperio que acabaría
aliándose con Alemania e Italia para repartirse todo el pastel posible.
Tendríamos que remontarnos con profundidad a las consecuencias
de la Primera Guerra Mundial y la fiebre de modernización e industrialización
que sufrió Japón para entender con exactitud el porqué de Pearl Harbor.
¿Pero qué esperaba el Imperio de Japón, ya alineado
formalmente con Alemania e Italia, de un ataque de este tipo? ¿Era un ataque
preventivo para reforzar las corrientes no beligerantes que imperaban en
Estados Unidos en aquellos momentos?
Hay que recordar que el país seguía
padeciendo las consecuencias de la crisis del 29, con un notable paro y que la
segregación racial (negros y etnias autótonas) era institucional. ¿Era Estados
Unidos realmente el baluarte de la democracia y el alter ego de la Alemania Nazi? Discutible,
cuanto menos, sobre todo porque tanto el presidente Roosevelt, como el secretario de Estado Hull, se opusieron a una resolución del Congreso pidiendo al gobierno alemán la restauración de
los derechos de los judíos, en 1934.
Foto Original Aquí. |
Lejos de los paralelismos, hay evidencias que son palpables
y que desde el punto de vista económico decantaban, al menos sobre el papel, la
victoria del lado norteamericano sin que hubiese caído una sola bomba en Hawai:
en 1941 el PIB de Japón era la quinta parte del estadounidense. Aunque en la cuenta global las diferencias se disipaban al cincuenta por ciento, si se sumaban
los de sus aliados. La previsión nipona se basaba en una guerra corta y que los
estadounidenses redoblarían sus esfuerzos para
conseguir que Inglaterra no sucumbiera ante el empuje alemán, lo que
dejaría a Estados Unidos cercado prácticamente, con Japón a su espalda y la
Europa Nazi cortándole la conexión con el Viejo Continente. Gran error de
cálculo.
Perl Harbor sólo era el inicio de una ofensiva destinada a
desalojar a todas las fuerzas británicas y estadounidenses del pacífico Sur:
Filipinas, Tailandia, Birmani, Hon Kong, las islas de Wake y de Guan, las
Indias Orientales Holandesas. Un ambicioso plan en el que ni si quiera Yamamoto (almirante y comandante jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa durante al Segunda Guerra Mundial) creía a ciencia cierta:
"Durante los primeros seis o doce meses de guerra contra los Estados Unidos y Gran Bretaña, causaré estragos en todos sus flancos y conquistaré una victoria tras otra" pronosticó. "Después... no tengo esperanzas de ganar"
Estas palabras de Yamamoto son extraidas de la obra de Beevor Antony; La Segunda Guerra Mundial (The Second World War) 2014.
"Durante los primeros seis o doce meses de guerra contra los Estados Unidos y Gran Bretaña, causaré estragos en todos sus flancos y conquistaré una victoria tras otra" pronosticó. "Después... no tengo esperanzas de ganar"
Estas palabras de Yamamoto son extraidas de la obra de Beevor Antony; La Segunda Guerra Mundial (The Second World War) 2014.
Foto Original: Aquí. |
A Yamamoto se le atribuye la frase “hemos despertado al
gigante”, pero en ningún caso parece verídica. Lo que sí es constatable es que
Estados Unidos asumió su rol expansionista y puso toda su maquinaria en marcha
para conservar su ámbito de influencia en el Pacífico y, de paso, en el resto
del mundo, resolviendo, de golpe, un buen número de problemas de su economía
interna.
Los norteamericanos, se
impregnaron de un sentimiento patriótico que se transformó en un crecimiento
exponencial de su economía: en 1943, dos terceras partes del presupuesto
federal estaba destinado a la industria de guerra. Estados Unidos pasó de un
presupuesto de 9.4 billones en 1939 a uno de 95.2 billones en 1945.
El desarrollo industrial conseguido por Estado Unidos
durante este periodo propició, en buena medida, su hegemonía hasta nuestros
días, puesto que se convirtió en el gran proveedor de lo que durante buena
parte del siglo XX se conoció como el mundo Occidental, enfrentado a la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus satélites. Dos mundos, en definitiva, como los que se confrontaron en
la Segunda Guerra Mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario