lunes, 11 de enero de 2016

El fútbol se debate entre estallar como burbuja o consolidarse como el gran negocio.

Pocos pueden presumir en este país de manejar los datos macroeconómicos que tiene el fútbol en España: supone el 0,75% del PIB español. Contratos de futbolistas, traspasos, cifras imposibles incluso para las grandes empresas, presupuestos que superan a los de la inmensa mayoría de ayuntamientos de España, fama y popularidad ilimitada. Desde el punto de vista de muchos, inmerecida.

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Como hemos oído decir muchas veces, el fútbol es el nuevo opio el pueblo, al que muy pocas personas son inmunes. La indignante inmunidad con la que se mueve el mundo del fútbol en España se demuestra con un solo dato: en un país con mas de cuatro millones de parados, el salario mínimo interprofesional de un jugador de Primera División, para los próximos cuatro años, se sitúa en los 155.000 euros anuales, sin contar, por supuesto, los premios por objetivos que están marcados en todos los acuerdos entre las plantillas y los clubes, lo que popularmente se conoce como primas. Estas primas pueden ser generales, para la plantilla al completo, como por ejemplo conseguir la permanencia o ganar un título o particulares, por el número de goles obtenidos por un futbolista. 

Todo ello sin contar prebendas particulares en caso de traspaso, como las primas o porcentajes de los mismos. Unas condiciones que se alejan de cualquier situación laboral conocida en una sociedad que se ha comido las uvas sabiendo que el salario mínimo de cualquier currito se ha elevado la ridícula cifra de 6,6 euros, situándose en los 655 euros al mes. 

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Pero sin duda, las diferencias entre ambas situaciones se escapan a cualquier lógica y se tendría que abordar en un profundo estudio sociológico el por qué de la sumisión de la sociedad ante la gran desproporción. Recuerden, por ejemplo, que el presidente del gobierno español no supera el sueldo base de 78.966 euros anuales. Lo que no está nada mal. Ni siquiera las retribuciones de los CEO´s más prestigiosos del panorama internacional se acercan a lo que cobran las mega estrellas del balompié: el directivo mejor pagado de España fue el presidente y consejero delegado de Inditex. Pablo Isla ganó 6,35 millones de euros, nada que ver con los casi 80 que cobra Cristiano Ronaldo, jugador del Real Madrid, o los 64,7 de Leo Messi, jugador del Fútbol Club Barcelona. Aunque con todo siempre hay alguien que sobresale, y en la lista mundial, el que más cobra es un boxeador.  

Y eso que el fútbol ha tenido que afrontar una reconversión brutal en los últimos años, desde que se tuvieron que convertir en sociedades anónimas deportivas (solo hay cuatro clubes en España que no lo son: Real Madrid, Barcelona, Osasuna y Athletic de Bilbao) y los balances empezaron a descuadrarse, con lo que llegaron las administraciones concursales, los embargos y las desapariciones. 
El esfuerzo ha sido importante en estos últimos años y la deuda del fútbol español con Hacienda ha descendido a los 317 millones de euros, cuando en enero del 2013 la cifra se situaba en los 650 millones de euros e incluso ha llegado a superar los 850 millones en sus peores momentos. Y es que es curioso que cuando se habla de Hacienda no somos conscientes de que se traduce en prestaciones sociales, y que cuando alguien no paga, nos está robando a todos. 

Deberíamos incluir en este apartado los demás tipos de impuestos que también adeudan los clubes, en su mayoría, con los ayuntamientos en los que residen, que suelen mirar hacia otro lado, con independencia del color que tengan, cuando hay que exigir las obligaciones correspondientes a los clubes. 

El gran reto del fútbol español, se centra, por tanto, en sanear sus cuentas y en conseguir crecer hasta el 1% del PIB, objetivo marcado por la Liga del Fútbol Profesional a medio plazo. Sin embargo, en el horizonte aparecen nubarrones que pueden convertir el balompié en la última burbuja en estallar. Las televisiones siguen pagando contratos astronómicos, pero hasta cuándo. Sin ir más lejos, Movistar no está ofreciendo los partidos de Champions League porque la propietaria de los derechos para España, Beln Sports, le pedía 180 millones de euros por temporada, a lo que no ha accedido el operador televisivo, que sigue ofreciendo la Liga y  otros productos. Algo impensable ne otras épocas de bonanza, cuando los balances y la competitividad en el sector eran brutales. No hay que olvidar que la concentración en tres grandes operadores ha eliminado buena parte de la competencia en las telecomunicaciones españolas. 

Tampoco podemos olvidar en dinero que no contamos como fútbol profesional, todas aquellas escuelas y centros deportivos, clubes a nivel local, ligas municipales y de bajo "rango" que engloban a tantas personas de distintas categorías. La compra de entradas, equipaciones, camisetas, botines y balones que mueven tanto dinero 

Hay mas nubarrones en el horizonte, por ejemplo el de las apuestas: la Quiniela. El fútbol recibe un porcentaje marginal de este juego, El fútbol recibe un porcentaje marginal de este juego, un 10%, aunque aspira a que se vaya elevando en el futuro como actor principal. El Estado español, dueño del juego, se opone. Con todo, el negocio de la Quiniela ha ido decreciendo en el tiempo y ha perdido protagonismo con respecto a otro tipo de apuestas. En las apuestas, seguramente, estará uno de los mayores escollos que tendrá que salvar el fútbol español en el futuro. El negocio de las apuestas ilegales en el mundo, o de las que se realizan en Internet sin que se pague ningún tipo de impuesto se eleva a 425.000 millones de euros cerca de la mitad del PIB español en 2014. Un terreno fértil para las mafias internacionales, que buscan en el deporte rápidas ganancias, sobre todo, y al contrario de lo que se piensa, con partidos de menor categoría, ya sea comprando jugadores o sobornando a colegiados. 
Sea como fuere, tanto la LFP como la Administración son los principales interesados en que el fútbol no entre en el mercado negro de las mafias, puesto que para los primeros supondría la huida de los patrocinadores ante la pérdida de credibilidad, y para los segundo es una fuga de impuestos. 

¿Será el fútbol español capaz de seguir con su reestructuración o será la penúltima burbuja en estallar en España? 
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