domingo, 10 de enero de 2016

La independencia catalana o cómo acelerar hacia el abismo.

La intención de menos de la mitad de la población de Cataluña de secesionarse de España, puede tener tantos argumentos a favor como en contra dentro del espectro político que forma la autonomía catalana.

Se pueden utilizar argumentos culturales, históricos, demográficos o de cualquier tipo para justificar una u otra opción: quedarse o no con España, pero hay algunos que son inmutables y que son casi insalvables, al menos desde el punto de vista secesionista, como son los datos económicos y el respeto a la Ley.

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Ambos argumentos van de la mano. La secesión, planteada en los términos actuales, implicaría una declaración unilateral de una mayoría simple del parlamento autonómico, cuando el propio estatuto catalán cifra en un 70 por ciento el cupo que hay que alcanzar para modificar su estatus. Es decir, que la mitad de la población haría saltar por los aires la igualdad constitucional entre todos los españoles. “Yo no voté la constitución del 78”, argumentan muchos para legitimar su posición. Seguramente ninguno ha votado o participado en las normativas de circulación que rigen en España y nadie cuestiona que hay que conducir por la derecha. Podríamos debatir si es bueno cambiar el sentido de la circulación, pero lo lógico sería hacerlo entre todos, dándonos una nueva norma. 

La secesión, además de ser una aspiración política legítima, como puede serlo la contraria,  implica un hecho que se ha escondido intencionadamente por parte de los promotores de la iniciativa: la ruptura unilateral con la Ley y la desobediencia a los pactos establecidos.

Nadie, desde las filas independentistas, explica cómo van a convencer al resto del mundo que van a acatar los tratados internacionales, los acuerdos comerciales o militares, si han sido capaces de saltarse a la torera una Constitución democrática que impera en España y que ha dado pie a la consolidación de la democracia tras la dictadura de Franco.

De hecho, esta singularidad política provoca inseguridad jurídica, lo que evidentemente es penalizado por los mercados internacionales: 

¿Quién le prestará dinero a Cataluña o quién invertirá en un estado que automáticamente quedará fuera de la Unión Europea en el momento de la secesión? 

Dos cuestiones que son sólo la punta del iceberg de un nuevo escenario geopolítico. Pero para colmo, desde las filas independentistas se asegura que Cataluña seguiría en la Unión Europea, cuando desde Bruselas ya se dejó clara la posición al respecto de este tipo de situaciones con el caso de Escocia. “Cameron avisa a Cataluña de que tendría queponerse a la cola de la UE”, reza un titular de El Mundo tras una visita del premier británico a España, sumándose al respaldo de Merkel hacia MarianoRajoy



Para hacernos una idea, la situación es similar a la protagonizada por Grecia, país que se negaba a plegarse a Bruselas y ha terminado claudicando y solicitando el enésimo rescate, a la par de que ha tenido que ceder su soberanía económica, como no podía ser de otra forma, a Alemania y la UE, sus principales acreedores.
La deriva secesionista tiene un sinfín de aristas. Dejaremos como broma de mal gusto los anuncios institucionales que aseguraban que con la independencia los niños comerían siempre helado. No aclaraba el eslogan si también entraban los hijos del 18% de parados que hay en estos momentos y que un proceso independentista dispararía al alza, en contra de las previsiones independentistas. Si no hay liquidez exterior, si hay deslocalización (más de 6400 empresas han abandonado Cataluña en los últimos siete años)  y si el mayor socio comercial de Cataluña es el resto de España (el saldo comercial aumentó un 5% con el resto de España en 2014 mientras que su balanza exterior empeoró un 41% , ¿quién puede pensar que una ruptura puede mejorar los datos macroeconómicos? 





Lo lógico es pensar que una región fuera de la UE tenga más problemas y sea menos competitiva a la hora de exportar al resto del mundo. No hay que olvidar que grandes empresas multinacionales han mudado ya sus producciones a Europa del Este, donde los salarios son más baratos y que se han producido recortes en la inversión extranjera en la comunidad catalana



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No sufriría merma alguna, al menos a priori, la otra gran fuente de riqueza de la comunidad catalana: el turismo. Pero si usted viaja a una Cataluña independiente, ¿con qué pagaría: dólares, euros o pesetas? En principio, Mas ya ha asegurado que seguirían en el Euro,  aunque lo tendrían que hacer con una adhesión unilateral, caso de Kosovo y Montenegro. Es cierto que hay países como Mónaco, Ciudad del Vaticano, San Marino y Andorra que tienen acuerdos con la Unión Europea, pero en principio los catalanes irían al segundo grupo, a los que utilizan la moneda por propia inciativa. En este apartado es bueno aclarar que los Kosovares y montenegrinos saltaron al euro porque ya utilizaban el marco.  Con independencia de que se esté en un grupo o en otro, lo que queda claro es que si no estás representando en las instituciones europeas, que sería el caso de Cataluña, estarías cediendo tu soberanía económica, ni siquiera podrían emitir moneda, con lo que un banco central catalán sería tan inservible como la Marina de Andorra.

Y llevados a este punto, ¿Qué planes de defensa se pondrían en práctica? Poner en marcha un ejército no es barato. Se puede optar por integrarse en la OTAN y ahí probablemente no habría ningún escollo, salvo que tiene un coste anual que ronda el 3% del PIB de cada país cifras que oscilan entre los 3.000 y los 4.000 mil millones de euros anuales. Lo que iguala la partida que se destina en educación. Lo que iguala la partida que se destina en educación. Una factura más que añadir. Se daría la paradoja de que Cataluña podría ser independiente pero tener bases militares españolas defendiéndola y con factura de por medio.

En todo el desbarajuste secesionista, lo único que ha quedado claro es que Cataluña quiere que las pensiones las siga pagando España (hay un 1,7 millones de ciudadanos residentes en Cataluña que tienen una pensión), y es que la parte de la deuda exterior que deberían soportar, pues también. En este punto Mas ya amenazó con no pagar deuda catalana si no había una independencia negociada. Dos despropósitos que no se sostienen. Si nos atenemos a las pensiones: 



¿Aquellos que tengan la nacionalidad española cobrarán de España? Si Cataluña no pertenece a Europa ¿Qué tratado se aplicaría de reciprocidad? 


Y en cuanto a la deuda, el gobierno en funciones del PP ya ha advertido que la comunidad catalana debería asumir su cuota de deuda, que se cifra en un 33% del total del país, aunque no hay consenso en este punto y el volumen de la deuda es mucho superior al volumen del PIB catalán. 


En el tan traido y llevado déficit fiscal, parece que uno de los estudios más rigurosos llega de la mano de dos economistas catalanes, uno de ellos ex ministro socialista: LAS CUENTAS Y LOS CUENTOS DE LA INDEPENDENCIA, escrito por el propio Josep Borrel y Joan Llorach, deja claro que la mayoría de las tesis soberanistas se apoyan en mentiras descaradas, como la de que en Alemania el tope de transferencias al estado desde los länders (estados) esté ne un 4,5% mientras que en Cataluña esté en el 8. Un dato desmentido por la propia administración germana que ha negado que ese mecanismo, ni ninguno parecido, se dé en su país. 

En su libro, Borrell y Llorach, advierten de que lo que se está vendiendo a la ciudadanía es absolutamente falso, puesto que la creación de un estado independiente a coste cero es inevitable hoy en día, llámese Cataluña o llámese Palestina. 

Podemos y debemos respetar las aspiraciones de algunos ciudadanos, sin distinguir su origen ni procedencia, a la independencia y al autogobierno, tal y como recoge el propio Tribunal Constitucional español, pero flaco favor hacen aquellos que cimientan su propósito en escaleras de cristal, datos ficticios y cuentos de la lechera. 


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